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Ingredientes: 1 kg de pechuga de pollo fileteada y limpia;
lonchas de jamón serrano (tantas como sean necesarias); lonchas de queso (tantas como
sean necesarias); 1 cebolla; 2 zanahorias, pimienta negra molida; 1 hoja de laurel;
1 vaso de vino; aceite de oliva, y sal.
- Preparación: En una superficie limpia disponemos los
filetes de pechuga lavados y secos, espolvoreamos con pimienta negra molida y
disponemos sobra cada filete una loncha de jamón y otra de queso, procurando
que el queso no sobresalga. Seguidamente, enrollamos y fijamos con palillos de
diente o con hilo de bramante, refriéndolas en aceite de oliva con la hoja de
laurel hasta que doren, sacándolas a continuación y reservándolas. En el mismo aceite,
dejando la hoja de laurel, echamos la cebolla picada, la zanahoria partidita y
un poco de sal, dejando que pochen y, a continuación, echamos las pechugas rellenas,
el vino blanco y cuando haya evaporado algo el alcohol añadiremos un poco de
agua, dejando hervir hasta que las pechugas estén tiernas. Retiramos las
pechugas y podemos batir la salsa, que serviremos junto a las pechugas a las
que ya, si queremos, hemos retirado los palillos de diente.
Algunas curiosidades sobre el aceite de oliva:
Aceite de oliva. El aceite de oliva es un líquido graso de color verde amarillento que se obtiene
prensando las aceitunas. La aceituna procede del olivo (Olea europaea), árbol vecero originario de la cuenca mediterránea
(Siria, Líbano o Asia Menor), introducido en nuestro país por los fenicios, del
que hay muchas variedades: picual, hojiblanca, verdial, arbequina, manzanilla,
gordal…; unas se orientan al consumo de mesa –manzanilla– y otras a la
obtención de aceite –picual–. Nuestro país es el primer productor mundial de
aceitunas. Existen distintos tipos de aceite como el virgen, el virgen extra o
el de orujo de oliva. El término aceite procede del árabe clásico azzayt,
que a su vez procede del arameo zaytā.
El aceite de oliva es
la base de la conocida dieta mediterránea.
Se le considera como la grasa más saludable por su gran contenido en ácido
oleico que reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares y hepáticas. Su
uso se pierde en la noche de los tiempos: el Egipto de los faraones, la Creta minoica y la Grecia antigua ya lo usaron
como elemento fundamental de sus respectivas cocinas.
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