A media tarde, después de una visita relámpago a los monumentos anteriormente citados, cogimos nuestro auto y metimos en nuestro GPS la dirección del Hotel Rejadorada, en Toro (Zamora), perfecta elección por sus instalaciones, atención y cocina. Tras una cena ligera, nos fuimos a descansar. Desayunamos y, muy temprano, el día 7 de agosto, nos dirigimos hacia la Colegiata de
Toro, magnífico ejemplo del románico castellano con su hermoso cimborrio, de influencia zamorano-salmantina, dos hermosas portadas laterales románicas y una portada gótica policromada en la parte correspondiente a su fachada occidental. En ella, como objetivo primordial, además de disfrutar de la belleza del edificio, teníamos la intención de visitar la XXI edición de "Las Edades del Hombre", en este caso con el nombre genérico de AQUA. En ella pudimos admirar obras de Pedro Berruguete, Zurbarán, Juni, Gregorio Fernández, Antonio López... Como otras ediciones que habíamos visitado, excelente.
Toro, magnífico ejemplo del románico castellano con su hermoso cimborrio, de influencia zamorano-salmantina, dos hermosas portadas laterales románicas y una portada gótica policromada en la parte correspondiente a su fachada occidental. En ella, como objetivo primordial, además de disfrutar de la belleza del edificio, teníamos la intención de visitar la XXI edición de "Las Edades del Hombre", en este caso con el nombre genérico de AQUA. En ella pudimos admirar obras de Pedro Berruguete, Zurbarán, Juni, Gregorio Fernández, Antonio López... Como otras ediciones que habíamos visitado, excelente.
Tras la visita, nuevamente al automóvil con rumbo a Sarria, en Lugo, el
inicio de nuestro camino jacobeo. Nos instalamos en el hotel Mar de Plata, también en él encontramos buen trato y buena cocina. Como llegamos a la hora del almuerzo, comimos en el restaurant del hotel y la elección resultó la adecuada: pulpo a feira, tomate con ventresca y pimientos fritos al centro para, más tarde, siguiendo con la gastronomía de la tierra, completar el almuerzo con lacón con grelos. Café a los postres nos permitió irnos a nuestras habitaciones, descansar un poco, y salir nuevamente para disfrutar de algunos lugares del entorno.
Justo antes de que cerrara, llegamos hasta las inmediaciones del Monasterio Benedictino de Samos, que data del s. VI. Visitamos sus claustrros, la farmacia, el escriptorium y la iglesia barroca, donde oímos misa y antes disfrutamos de los cánticos de los monjes. Por la noche, antes de irnos a descansar, fuimos a un restaurante que resultó magnífico, el Roma, en Sarria. Cena ligera a base de ensalada, parrillada de verduras, tortilla de patatas, etc., todo al centro para compartir; unos deliciosos postres caseros (arroz con leche...) pusieron fin a una deliciosa velada, retirándonos a descansar a nuestro cercano hotel para afrontar el reto que se iniciaba al día siguiente: superar los 120 km que separan Sarria de Santiago en seis etapas por el conocido Camino Francés.
a lo largo del trayecto, iniciamos el camino con una rampa que nos puso algo nerviosos, sacando a relucir demasiado pronto caras de fatiga, incredulidad y dudas sobre si soportaríamos semejante prueba. Junto a las otras etapas, el paisaje nos ofrecía una panoplia de posibilidades, colores y circunstancias diversas: robledales (carballo gallego), algún hayedo, bosques de eucaliptus, de pino rodeno, mares de helechos, maizales y prados hollados por ganado vacuno fueron jalonando un recorrido humedecido por cursos fluviales (Sil, Miño, Ulla...) que discurrían entre espacios umbrosos salpicados por puentes de madera y piedra. Entre inicio y final de etapa, encontrábamos hábitats dispersos en los que aparecían macizos de hortensias de color blanco, rosa y añil que alternaban con árboles frutales (manzanos, perales, higueras...) y típicas viviendas gallegas con su hórreo incluido.
Cuando avistamos Porotmarín nos pareció un espejismo. Sebastián, antes de que llegásemos, se adelantó para, en autobús, recoger el coche que habíamos dejado en Sarria e irnos en él hasta Melide, donde pernoctaríamos tres noches y lo convertiríamos en nuestro centro de operaciones para ese período de tiempo. El hotel Xaneiro nos acogió estupendamente durante esos días. Almorzamos en una
pulpería de Melide (Ezequiel) donde el pulpo, como en multitud de lugares en Galicia, estaba exquisito. Descansamos, paseamos por la tarde y cenamos en un lugar magnífico: Casa Alongos, de Melide, donde el personal, y especialmente su dueña, nos atendió extraordinariamente y nos dio de comer aún mejor las tres ocasiones en que lo hicimos (dos almuerzos y una cena): ensaladas, pulpo a feira, magníficas hamburguesas de buey, pulpo y vegetal, y unas zamburiñas inigualables fueron algunos de los platos que degustamos en dicho local, literalmente en el camino de Santiago. Postres caseros: flanes, arroz con leche, sorbetes... completaron veladas inolvidables.
(café, tostadas, mantequilla, mermelada, cruasán y unas lonchas de cabeza de jabalí que nos retrotrajeron a nuestra niñez). Volvimos a Palas de Rei para realizar esta etapa, que resultó más liviana y llevadera que las anteriores. Su menor exigencia permitió recuperar algo los pies, bastante dañados en algún caso. Si no recordamos mal, visitamos en el camino Leboreiro (uno de los integrantes del grupo, Víctor M., ante la capilla), con su hermosa capilla románica y Furelos, con su hermoso puente medieval y su iglesia de San Juan, precedida por un hermoso cruceiro. En
ella pudimos admirar al Cristo de San Juan Bautista. Al poco habíamos retornado a Melide, más temprano que en otras etapas, con tiempo suficiente para llegar hasta nuestro hotel, ducharnos e irnos hasta la Casa Alongos para disfrutar de otra exquisita comida: Ensalada de perdiz escabechada, empanada de bacalao, raxo (cerdo) con patatas, etc., fueron suficientes para reponer fuerzas antes de irnos a descansar. Por la tarde, paseo pausado, compras y nueva cena en nuestro particular restaurant: Casa Alongos. Y a la cama.
2ª Etapa: Portomarín-Palas de Rei (25 km). Muy temprano, café, donut y frutas constituyeron nuestro desayuno, reponiendo fuerzas a lo largo del camino con pasas, dátiles y almendras, que nos dieron 
fuerzas para arrostrar una compleja etapa en la que, de nuevo, afloraron las caras que denotaban fatiga y hartazgo. Especialmente duro fue el final de la etapa en que la crispación era patente en los rostros de algunos de nosotros. Nada más llegar, Sebastián fue hasta Portomarín por el coche y el resto del grupo esperamos en O Camiñante a que llegase nuestro "conductor", donde, entre otros platos, degustamos ensalada y entrecot a la piedra, exquisitos. Una vez comimos, retornamos a Melide, a nuestro hotel: ducha, descanso y paseo previos a la cena en el hotel, que Sebastián y Víctor M. acompañaron con la retransmisión del partido de la Supercopa europea entre el Sevilla y el Real Madrid; los dos no podían ganar, lo hizo el Madrid, que era el preferido de... uno de los autores de este blog. Y a descansar para otra etapa, más corta y relajada.ella pudimos admirar al Cristo de San Juan Bautista. Al poco habíamos retornado a Melide, más temprano que en otras etapas, con tiempo suficiente para llegar hasta nuestro hotel, ducharnos e irnos hasta la Casa Alongos para disfrutar de otra exquisita comida: Ensalada de perdiz escabechada, empanada de bacalao, raxo (cerdo) con patatas, etc., fueron suficientes para reponer fuerzas antes de irnos a descansar. Por la tarde, paseo pausado, compras y nueva cena en nuestro particular restaurant: Casa Alongos. Y a la cama.
para afrontar nuestro penúltimo reto.
5ª Etapa: Arzúa-O Pedrouzo (20 km). Un desayuno a base de café, tostadas, magdalenas, mantequilla y mermeleda nos permitía volver a etapas más largas. Cruzamos ríos, riachuelos y tierras cultivadas, en ocasiones salpicadas de robles. Se trata de una etapa rompepiernas, con subidas y bajadas, aunque no muy pronunciadas.
Terminada la etapa, en autobús, Sebastián y Víctor M. retornaron a Arzúa para recoger el coche y hacer lo de siempre: coger al resto del grupo y volver al campamento base: Casa Lucas. Pepe nos agasajó con una comida excelente: Ensalada, ternera gallega con
patatas, merluza, cerveza y vino tinto; de postre, flan de queso, tarta de queso, queso de Arzúa con dulce de membrillo, etc.
Tarde plácida en Casa Lucas, visitando su invernadero y los distintos frutales que había en la finca: ciruelos, castaños, higueras, etc. Copas tras la cena, más ligera, a base de caldo, ensalada y postre, y a la cama a descansar.
6ª y última Etapa: O Pedrouzo-Santiago (20 km). Otro desayuno fuerte (huevos fritos, café, zumo de naranja, tostadas, mantequilla, magdalenas, etc.) para enfilar el final de nuestro reto: Santiago. Nada más salir, una subida sostenida que se atraganta, aunque se camina entre árboles que alternan con espacios habitados. La ilusión de una meta casi al alcance de la mano nos da fuerzas adicionales y nos permite
A eso de las 13:00 H, con los pies doloridos y bastante cansados, nos acercábamos hacia el lugar al que peregrinábamos. Las emociones, muchas veces contenidas, se rompieron precisamente cuando
irrumpamos en la conocida plaza y nos hallamos ante la fachada de la catedral, en rehabilitación actualmente, y allí, en esa plaza, donde cientos de peregrinos alborozados se abrazan como lo hacemos nosotros, nos sentimos satisfechos de haber alcanzado el fin de este camino, que es como una metáfora de nuestras vidas, del camino que realizamos en ella. Durante el mismo ha habido tiempo para todo: conversar, meditar, sentirnos solidarios o lo suficientemente solos como para reflexionar sobre lo divino y lo humano, sobre el sentido de nuestras vidas y la trascendencia de las mismas. Allí, entre tanta genete, se dan la mano todas las razones que nos han empujado a hacer el Camino:
amistosas y asociativas, espirituales, deportivas, religiosas... Francamente, creemos que buscar a toda costa la razón última de esta aventura no tiene sentido; lo verdaderamente importante es que lo hemos hecho, nos lo propusimos y lo conseguimos. Incluso aquellos que lo inician, lo intentan y por diversas razones no logran coronarlo, deben sentirse satisfechos: lo han intentado y en esta vida hemos de procurar empeños aunque sepamos de su dificultad o que, en ocasiones, no vayamos a lograrlos. Lo importante es intentarlo.
Nosotros lo intentamos, y lo logramos, y lo mejor es que el sufrimiento solidario, la necesidad del otro y la satisfacción compartida ha facilitado la consecución del reto. Nos estimulábamos mutuamente y el esfuerzo reflejado en la cara de los otros actuaba como el mejor de los acicates.
Por lo que refiere al grupo, qué decir. Los lazos existentes entre nosotros indudablemente salen reforzados por la sencilla razón de que nos ha unido una experiencia sin par... ¡Utreia et suseia!
concedemos nosotros mismos al reconocer nuestro esfuerzo-, un encuentro fortuito nos tenía reservada una agradable sorpresa: Maribel y Gema, amigas de Bollullos del Condado, que también peregrinaban, nos invitaron a que en la Misa del Peregrino de la tarde, a las 19:30 H, las acompañásemos junto a la Hermnadad del Cautivo de dicha población para cantar juntos la Salve Rociera ante el Apóstol en la hermosa catedral románica de Santiago. Fue un momento emotivo más que puso la guinda a un pastel rico en sentimientos. Cenamos en Casa Felisa, en un hermoso patio arbolado, donde degustamos tomates aliñados, bacalao, chipirones a la plancha..., con Albariño. Paseamos por la hermosa ciudad de Santiago y, ya tarde, nos retiramos a nuestro hotel, el Lux, cerca
de la Plaza de Galicia.
Tras el almuerzo, tomamos dirección a Pontevedra, donde nos alojamos en el hotel Rías Bajas. La ciudad, en fiestas, bullía en ambiente y todo el centro histórico estaba lleno de gente que se divertía con actuaciones, charangas, puestecillos, etc. Por la tarde salía la patrona, la Virgen Peregrina, graciosamente ataviada como tal sobre un carro del que tiraban dos peregrinos, acompañado el cortejo por niños y niñas con insignias de peregrino, de primera comunión y las autoridades religiosas, civiles y militares. Además de los feligreses, una banda civil y otra militar acompañaban la procesión. Pudimos acercarnos a Santa María la Mayor, gótico tardío (s. XVI), con fachada plateresca, al Convento de San Francisco y a la Iglesia barroca de la citada patrona, la Virgen Peregrina.
Por la noche, cenamos en el hotel. Su restaurante, bastante recomendable: caldo gallego, dorada a la espalda, bacalao y tournedó saciaron nuestra hambre y mitigaron el frío que nos llevó hasta el hotel.
El día 15 de agosto, después de desayunar, salimos temprano en dirección a León. En este trayecto se produjo la única incidencia negativa digna de reseñar: el chivato de la temperatura del salpicadero nos avisaba de un calentón del motor. Nos retrasó un poco pero hallamos un taller en un área de servicio que solucionó el hipotético problema de radiador que sufría el auto. Solventado el problema, continuamos hacia León y como consecuencia negativa del retraso simplemente tuvimos que alterar
levemente las visitas previstas para ese día, trasladando una de ellas al siguiente.
entorno magnífico y con una cocina bastante buena, habíamos decidido darnos el postrero homenaje culinario de nuestra aventura: cocido maragato con huevo escalfado, ensalada, carrilleras de buey con reducción al Pedro Ximénez, lechazo, codillo de ibérico con manzana, solomillo con salsa roquefort... De postre arroz

Por cierto, en unos días, hemos quedado en casa de Toñi para comer unas exquisitas sardinas. El camino continúa...
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