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sábado, 20 de agosto de 2016

Disfrutando de los sentidos en el Camino de Santiago

"Ultreia et suseia"... (Vamos más allá y más arriba) es un saludo ya casi en desusso entre peregrinos que realizan el Camino de Santiago, hoy prácticamente sustituido por el más común "buen camino". Nosotros, un grupo de amigos (de izquierda a derecha: Toñi, Víctor M., Maricarmen, María Jesús y Sebastián visitando el Alcázar de Segovia) iniciamos nuestro particular camino el 6 de agosto, muy temprano (tempranísimo), en dirección a Segovia, aprovechando para apreciar su hermosa catedral, su inigualable acueducto, alguna de sus hermosas iglesias románicas y su Alcázar: castillo, prisión, palacio y Academia de Artillería, que todos estos roles ha desempeñado en los últimos ocho siglos este impresionante edificio, antiguo recinto de origen bereber, que se eleva entre los ríos Eresma y Clamores. En la ciudad castellana, a la que arrivamos a la hora de almorzar, tras aparcar nuestro resistente Opel Zafira cargado con cuatro maletas, dos bolsas, varias mochilas de diferentes tamaños, neceseres y bastones para andar, nos fuimos al Restaurant en el que habíamos reservado mesa con suficiente antelación, el de "José María"; elección acertada. Absolutamente todo lo que comimos, exquisito: Tempura de verduras, ensalada, cochinillo, lechazo con un magnífico Ribera del Duero para regar tan suculenta comida; un excelente surtido de dulces y tartas constituyó el perfecto colofón.
A media tarde, después de una visita relámpago a los monumentos anteriormente citados, cogimos nuestro auto y metimos en nuestro GPS la dirección del Hotel Rejadorada, en Toro (Zamora), perfecta elección por sus instalaciones, atención y cocina. Tras una cena ligera, nos fuimos a descansar. Desayunamos y, muy temprano, el día 7 de agosto, nos dirigimos hacia la Colegiata de
Toro, magnífico ejemplo del románico castellano con su hermoso cimborrio, de influencia zamorano-salmantina, dos hermosas portadas laterales románicas y una portada gótica policromada en la parte correspondiente a su fachada occidental. En ella, como objetivo primordial, además de disfrutar de la belleza del edificio, teníamos la intención de visitar la XXI edición de "Las Edades del Hombre", en este caso con el nombre genérico de AQUA. En ella pudimos admirar obras de Pedro Berruguete, Zurbarán, Juni, Gregorio Fernández, Antonio López... Como otras ediciones que habíamos visitado, excelente.
Tras la visita, nuevamente al automóvil con rumbo a Sarria, en Lugo, el inicio de nuestro camino jacobeo. Nos instalamos en el hotel Mar de Plata, también en él encontramos buen trato y buena cocina. Como llegamos a la hora del almuerzo, comimos en el restaurant del hotel y la elección resultó la adecuada: pulpo a feira, tomate con ventresca y pimientos fritos al centro para, más tarde, siguiendo con la gastronomía de la tierra, completar el almuerzo con lacón con grelos. Café a los postres nos permitió irnos a nuestras habitaciones, descansar un poco, y salir nuevamente para disfrutar de algunos lugares del entorno.
Justo antes de que cerrara, llegamos hasta las inmediaciones del Monasterio  Benedictino de Samos, que data del s. VI. Visitamos sus claustrros, la farmacia, el escriptorium y la iglesia barroca, donde oímos misa y antes disfrutamos de los cánticos de los monjes. Por la noche, antes de irnos a descansar, fuimos a un restaurante que resultó magnífico, el Roma, en Sarria. Cena ligera a base de ensalada, parrillada de verduras, tortilla de patatas, etc., todo al centro para compartir; unos deliciosos postres caseros (arroz con leche...) pusieron fin a una deliciosa velada, retirándonos a descansar a nuestro cercano hotel para afrontar el reto que se iniciaba al día siguiente: superar los 120 km que separan Sarria de Santiago en seis etapas por el conocido Camino Francés.
1ª Etapa: Sarria-Portomarín (23 km). Muy temprano, tras tomar unos lácteos con el fin de desayunar
a lo largo del trayecto, iniciamos el camino con una rampa que nos puso algo nerviosos, sacando a relucir demasiado pronto caras de fatiga, incredulidad y dudas sobre si soportaríamos semejante prueba. Junto a las otras etapas, el paisaje nos ofrecía una panoplia de posibilidades, colores y circunstancias diversas: robledales (carballo gallego), algún hayedo, bosques de eucaliptus, de pino rodeno, mares de helechos, maizales y prados hollados por ganado vacuno fueron jalonando un recorrido humedecido por cursos fluviales (Sil, Miño, Ulla...) que discurrían entre espacios umbrosos salpicados por puentes de madera y piedra. Entre inicio y final de etapa, encontrábamos hábitats dispersos en los que aparecían macizos de hortensias de color blanco, rosa y añil que alternaban con árboles frutales (manzanos, perales, higueras...) y típicas viviendas gallegas con su hórreo incluido.
Cuando avistamos Porotmarín nos pareció un espejismo. Sebastián, antes de que llegásemos, se adelantó para, en autobús, recoger el coche que habíamos dejado en Sarria e irnos en él hasta Melide, donde pernoctaríamos tres noches y lo convertiríamos en nuestro centro de operaciones para ese período de tiempo. El hotel Xaneiro nos acogió estupendamente durante esos días. Almorzamos en una
pulpería de Melide (Ezequiel) donde el pulpo, como en multitud de lugares en Galicia, estaba exquisito. Descansamos, paseamos por la tarde y cenamos en un lugar magnífico: Casa Alongos, de Melide, donde el personal, y especialmente su dueña, nos atendió extraordinariamente y nos dio de comer aún mejor las tres ocasiones en que lo hicimos (dos almuerzos y una cena): ensaladas, pulpo a feira, magníficas hamburguesas de buey, pulpo y vegetal, y unas zamburiñas inigualables fueron algunos de los platos que degustamos en dicho local, literalmente en el camino de Santiago. Postres caseros: flanes, arroz con leche, sorbetes... completaron veladas inolvidables.
2ª Etapa: Portomarín-Palas de Rei (25 km). Muy temprano, café, donut y frutas constituyeron nuestro desayuno, reponiendo fuerzas a lo largo del camino con pasas, dátiles y almendras, que nos dieron
fuerzas para arrostrar una compleja etapa en la que, de nuevo, afloraron las caras que denotaban fatiga y hartazgo. Especialmente duro fue el final de la etapa en que la crispación era patente en los rostros de algunos de nosotros. Nada más llegar, Sebastián fue hasta Portomarín por el coche y el resto del grupo esperamos en O Camiñante a que llegase nuestro "conductor", donde, entre otros platos, degustamos ensalada y entrecot a la piedra, exquisitos. Una vez comimos, retornamos a Melide, a nuestro hotel: ducha, descanso y paseo previos a la cena en el hotel, que Sebastián y Víctor M. acompañaron con la retransmisión del partido de la Supercopa europea entre el Sevilla y el Real Madrid; los dos no podían ganar, lo hizo el Madrid, que era el preferido de... uno de los autores de este blog. Y a descansar para otra etapa, más corta y relajada.
3ª Etapa: Palas de Rei-Melide (14 km). Muy temprano, desayunamos en el bar del hotel Xaneiro
(café, tostadas, mantequilla, mermelada, cruasán y unas lonchas de cabeza de jabalí que nos retrotrajeron a nuestra niñez). Volvimos a Palas de Rei para realizar esta etapa, que resultó más liviana y llevadera que las anteriores. Su menor exigencia permitió recuperar algo los pies, bastante dañados en algún caso. Si no recordamos mal, visitamos en el camino Leboreiro (uno de los integrantes del grupo, Víctor M., ante la capilla), con su hermosa capilla románica y Furelos, con su hermoso puente  medieval y su iglesia de San Juan, precedida  por un hermoso cruceiro. En
ella pudimos admirar al Cristo de San Juan Bautista. Al poco habíamos retornado a Melide, más temprano que en otras etapas, con tiempo suficiente para llegar hasta nuestro hotel, ducharnos e irnos hasta la Casa Alongos para disfrutar de otra exquisita comida: Ensalada de perdiz escabechada, empanada de bacalao, raxo (cerdo) con patatas, etc., fueron suficientes para reponer fuerzas antes de irnos a descansar. Por la tarde, paseo pausado, compras y nueva cena en nuestro particular restaurant: Casa Alongos. Y a la cama. 
4ª. Etapa: Melide-Arzúa (14 km). Desayuno fuerte para afrontar nuestra cuarta etapa, también de recorrido mediano como la anterior. En este camino nos encontramos en Ribadiso con un hermoso puente medieval sobre el río Iso. Ya el cansancio acumulado se iba notando y los casi 15 km del recorrido parecían bastante más. Una cuesta sostenida nos lleva hasta Arzúa, tierra de quesos, y en el bar Encuentro, además de sellar nuestro carné del peregrino, como hacíamos todas las etapas 3 o 4 veces, tomamos un refrigerio mientras venían a recogernos de la aldea de Viñós, a unos 7 u 8 km de Arzúa, para llevarnos hasta Casa Lucas. Vivienda rural en un entorno envidiable, junto al gran embalse de Portodemouros, donde el grupo disfrutó de un merecido descanso y de buen yantar. Pepe, el dueño, su esposa e hija siempre estuvieron atentos para que pudiésemos acomodarnos lo mejor posible en ese lugar bellísimo. Para cenar, una sopa, ensalada y una jugosa tortilla de patatas fueron suficientres para retomar fuerzas. Gin tonic, cuba libres y whisky con cola, oteando el cielo nocturno para ver a las Perseidas, fueron el preludio del descanso necesario
para afrontar nuestro penúltimo reto.
5ª Etapa: Arzúa-O Pedrouzo (20 km). Un desayuno a base de café, tostadas, magdalenas, mantequilla y mermeleda nos permitía volver a etapas más largas. Cruzamos ríos, riachuelos y tierras cultivadas, en ocasiones salpicadas de robles. Se trata de una etapa rompepiernas, con subidas y bajadas, aunque no muy pronunciadas.
Terminada la etapa, en autobús, Sebastián y Víctor M. retornaron a Arzúa para recoger el coche y hacer lo de siempre: coger al resto del grupo y volver al campamento base: Casa Lucas. Pepe nos agasajó con una comida excelente: Ensalada, ternera gallega con
patatas, merluza, cerveza y vino tinto; de postre, flan de queso, tarta de queso, queso de Arzúa con dulce de membrillo, etc.
Tarde plácida en Casa Lucas, visitando su invernadero y los distintos frutales que había en la finca: ciruelos, castaños, higueras, etc. Copas tras la cena, más ligera, a base de caldo, ensalada y postre, y a la cama a descansar.
6ª y última Etapa: O Pedrouzo-Santiago (20 km). Otro desayuno fuerte (huevos fritos, café, zumo de naranja, tostadas, mantequilla, magdalenas, etc.) para enfilar el final de nuestro reto: Santiago. Nada más salir, una subida sostenida que se atraganta, aunque se camina entre árboles que alternan con espacios habitados. La ilusión de una meta casi al alcance de la mano nos da fuerzas adicionales y nos permite
conseguir nuestro objetivo con más facilidad de la esperada, especialmente después de que Sebastián, la tarde anterior, llevase a cabo la cura de muchos pies bastante perjudicados (nuestro caminante es médico). Casi sin darnos cuenta, avistamos el Monte do Gozo desde el que se ve Santiago, aunque la impresión resulta engañosa pues aún faltan casi cinco km hasta la célebre Plaza del Obradoiro. La visión redobla las fuerzas y las ganas de llegar. Las primeras en el Monte fueron las mujeres, que habían salido antes que nosotros, aunque los varones apretaron el ritmo en la dura bajada con el fin de coincidir en la llegada hasta la catedral y, no sin dificultad, lo consiguieron.
A eso de las 13:00 H, con los pies doloridos y bastante cansados, nos acercábamos hacia el lugar al que peregrinábamos. Las emociones, muchas veces contenidas, se rompieron precisamente cuando
irrumpamos en la conocida plaza y nos hallamos ante la fachada de la catedral, en rehabilitación actualmente, y allí, en esa plaza, donde cientos de peregrinos alborozados se abrazan como lo hacemos nosotros, nos sentimos satisfechos de haber alcanzado el fin de este camino, que es como una metáfora de nuestras vidas, del camino que realizamos en ella. Durante el mismo ha habido tiempo para todo: conversar, meditar, sentirnos solidarios o lo suficientemente solos como para reflexionar sobre lo divino y lo humano, sobre el sentido de nuestras vidas y la trascendencia de las mismas. Allí, entre tanta genete, se dan la mano todas las razones que nos han empujado a hacer el Camino:
amistosas y asociativas, espirituales, deportivas, religiosas... Francamente, creemos que buscar a toda costa la razón última de esta aventura no tiene sentido; lo verdaderamente importante es que lo hemos hecho, nos lo propusimos y lo conseguimos. Incluso aquellos que lo inician, lo intentan y por diversas razones no logran coronarlo, deben sentirse satisfechos: lo han intentado y en esta vida hemos de procurar empeños aunque sepamos de su dificultad o que, en ocasiones, no vayamos a lograrlos. Lo importante es intentarlo.
Nosotros lo intentamos, y lo logramos, y lo mejor es que el sufrimiento solidario, la necesidad del otro y la satisfacción compartida ha facilitado la consecución del reto. Nos estimulábamos mutuamente y el esfuerzo reflejado en la cara de los otros actuaba como el mejor de los acicates.
Por lo que refiere al grupo, qué decir. Los lazos existentes entre nosotros indudablemente salen reforzados por la sencilla razón de que nos ha unido una experiencia sin par... ¡Utreia et suseia!
Recogidas nuestras merecidas Compostelanas -aunque no debemos olvidar que la importante nos la
concedemos nosotros mismos al reconocer nuestro esfuerzo-, un encuentro fortuito nos tenía reservada una agradable sorpresa: Maribel y Gema, amigas de Bollullos del Condado, que también peregrinaban, nos invitaron a que en la Misa del Peregrino de la tarde, a las 19:30 H, las acompañásemos junto a la Hermnadad del Cautivo de dicha población para cantar juntos la Salve Rociera ante el Apóstol en la hermosa catedral románica de Santiago. Fue un momento emotivo más que puso la guinda a un pastel rico en sentimientos. Cenamos en Casa Felisa, en un hermoso patio arbolado, donde degustamos tomates aliñados, bacalao, chipirones a la plancha..., con Albariño. Paseamos por la hermosa ciudad de Santiago y, ya tarde, nos retiramos a nuestro hotel, el Lux, cerca
de la Plaza de Galicia.
Después de desayunar, el domingo, 14 de agosto, muy temprano, salimos en dirección a O Grove, junto a la isla de La Toja. Paseamos por su playa, el espigón y comimos en O Remo. Un restaurante popular que nos sirvió una comida exquisita: zamburiñas, vieiras, lacón prensado con pimentón, berberechos, navajas, croquetas de choco en su tinta, buey de mar...
Tras el almuerzo, tomamos dirección a Pontevedra, donde nos alojamos en el hotel Rías Bajas. La ciudad, en fiestas, bullía en ambiente y todo el centro histórico estaba lleno de gente que se divertía con actuaciones, charangas, puestecillos, etc. Por la tarde salía la patrona, la Virgen Peregrina, graciosamente ataviada como tal sobre un carro del que tiraban dos peregrinos, acompañado el cortejo por niños y niñas con insignias de peregrino, de primera comunión y las autoridades religiosas, civiles y militares. Además de los feligreses, una banda civil y otra militar acompañaban la procesión. Pudimos acercarnos a Santa María la Mayor, gótico tardío (s. XVI), con fachada plateresca, al Convento de San Francisco y a la Iglesia barroca de la citada patrona, la Virgen Peregrina.
Por la noche, cenamos en el hotel. Su restaurante, bastante recomendable: caldo gallego, dorada a la espalda, bacalao y tournedó saciaron nuestra hambre y mitigaron el frío que nos llevó hasta el hotel.
El día 15 de agosto, después de desayunar, salimos temprano en dirección a León. En este trayecto se produjo la única incidencia negativa digna de reseñar: el chivato de la temperatura del salpicadero  nos avisaba de un calentón del motor. Nos retrasó un poco pero hallamos un taller en un área de servicio que solucionó el hipotético problema de radiador que sufría el auto. Solventado el problema, continuamos hacia León y como consecuencia negativa del retraso simplemente tuvimos que alterar
levemente las visitas previstas para ese día, trasladando una de ellas al siguiente.
Después de acomodarnos en nuestro hotel, el Eurostars, y asearnos un poco, salimos en dirección al cercano centro histórico de la ciudad: muralla, barrio húmedo, barrio romántico, plaza mayor y... la Pulcra Leonina. Impresionante catedral que a todos nos encantó, especialmente por su luminosidad interior gracias a  su potente claristorio (vidrieras). La obra del Maestro Enriquez y Juan Pérez cumplió las expectativas que teníamos sobre una de las más bellas catedrales góticas de nuestro país. Luego, paseando por la calle Ancha, y "picando" en algunos de sus comercios, llegamos hasta la Casa Botines, obra del genial Gaudí, junto al Palacio de los Guzmanes, y a la Plaza de Santo Domingo. Desde esta última fuimos en diracción al Parador de San Marcos donde, en un 
entorno magnífico y con una cocina bastante buena, habíamos decidido darnos el postrero homenaje culinario de nuestra aventura: cocido maragato con huevo escalfado, ensalada, carrilleras de buey con reducción al Pedro Ximénez, lechazo, codillo de ibérico con manzana, solomillo con salsa roquefort... De postre arroz
con leche y azúcar requemada, crema de limón con miel e higos... Una noche, como todo el viaje, inolvidable.
 Temprano, el día 16 de agosto, salimos de nuestro hotel tras desayunar y nos dirigimos hacia el centro, más concretamente hasta San Isidoro de León, magnífico ejemplo del mejor románico español donde pudimos apreciar su pureza interior, el Panteón Real, sus pinturas al fresco y el resto del Museo. Tras nuestra fructífera visita a la Colegiata de San isidoro, retornamos al parking donde teníamos nuestro auto y salimos en dirección al Sur. Mientras hacíamos kilómetros hablábamos sobre las vicisitudes de nuestra peripecia jacobea y coincidimos en concluir que había resultado todo un éxito. Por la Vía de la Plata, parándonos para repostar combustible y tomar un bocadillo cerca de Plasencia, conseguimos estar en casa entre las 19:00 H y las 20:45 H. A continuación, uno de los autores de este blog, se toma la libertad de retratar
a tres de las más valientes personas que han protagonizado esta peregrinación, y lo dice porque tanto Sebastián como Víctor M., partían con mejor preparación física que ellas, de ahí el mérito de María Jesús, Maricarmen y Toñi. Terminar recordando que dicha preparación es muy conveniente tenerla en cuenta antes de iniciar semejante aventura, así como disponer del material adecuado (ropa, zapatillas, etc.) para andar por terrenos diversos e irregulares como son los del Camino de Santiago. Nosotros lo habíamos previsto.
Por cierto, en unos días, hemos quedado en casa de Toñi para comer unas exquisitas sardinas. El camino continúa...




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