Uno de los dulces más típicos y logrados de Hinojos, el Piñonate
- Ingredientes: Tres huevos; un cascarón de huevo de
aceite de girasol; medio cascarón de vinagre; medio sobre de levadura; harina
la que admita (aproximadamente unos 300 g); medio kg de miel; un poco de harina
para espolvorear; aceite de girasol para freír; un vaso de aguardiente y la ralladura de un limón. Si doblamos los ingredientes, como es obvio, dupicaremos el resultado.
- Preparación: En un bol echamos los huevos, el cascarón de aceite de girasol y el de vinagre, batimos y añadimos la harina y la levadura poco a poco mientras vamos amasando y, cuando la masa adquiere una consistencia que permita trabajarla, pero que esté blandita, comenzamos a hacer los piñones o bolitas mediante pedacitos muy pequeños; mientras los trabajamos, nuestras manos deben llevar un poco de harina y las bolitas o piñones, igualmente, las hemos de colocar sobre un paño espolvoreado de harina para que no se peguen. A continuación, freímos los piñones o bolitas en aceite de girasol hasta que estén doraditas, reservándolas; aparte, en una sartén, ponemos a calentar medio kg de miel y dejamos que hierva, incorporando seguidamente los piñones o bolitas ya fritos junto con la ralladura de limón sin dejar de remover para evitar que se peguen, agregando puñaditos de harina que, junto a la miel, ayudaran a unir el piñonate; en todo este proceso no podemos dejar de remover. Cuando ya esté a punto, volcamos sobre una encimera o tabla de cocina y, con las manos mojadas de aguardiente, vamos dando forma al piñonate aún caliente, cuadrada o redonda según su gusto; es muy frecuente darle forma de “rosco”. Una vez frío, se corta en semicírculo (si es un rosco) o en rombos, cuadrados o triágulos si la pieza es cuadrada o rectangular.
- Preparación: En un bol echamos los huevos, el cascarón de aceite de girasol y el de vinagre, batimos y añadimos la harina y la levadura poco a poco mientras vamos amasando y, cuando la masa adquiere una consistencia que permita trabajarla, pero que esté blandita, comenzamos a hacer los piñones o bolitas mediante pedacitos muy pequeños; mientras los trabajamos, nuestras manos deben llevar un poco de harina y las bolitas o piñones, igualmente, las hemos de colocar sobre un paño espolvoreado de harina para que no se peguen. A continuación, freímos los piñones o bolitas en aceite de girasol hasta que estén doraditas, reservándolas; aparte, en una sartén, ponemos a calentar medio kg de miel y dejamos que hierva, incorporando seguidamente los piñones o bolitas ya fritos junto con la ralladura de limón sin dejar de remover para evitar que se peguen, agregando puñaditos de harina que, junto a la miel, ayudaran a unir el piñonate; en todo este proceso no podemos dejar de remover. Cuando ya esté a punto, volcamos sobre una encimera o tabla de cocina y, con las manos mojadas de aguardiente, vamos dando forma al piñonate aún caliente, cuadrada o redonda según su gusto; es muy frecuente darle forma de “rosco”. Una vez frío, se corta en semicírculo (si es un rosco) o en rombos, cuadrados o triágulos si la pieza es cuadrada o rectangular.
Huevo. Cuerpo
redondeado, de tamaño y dureza variables, que producen las hembras de las aves
o de otras especies animales, y que contiene el germen del embrión y las
sustancias destinadas a su nutrición durante la incubación. Los huevos de las aves constituyen un alimento habitual, muy rico en proteínas y de fácil digestión, siendo el componente principal
de múltiples platos dulces y salados, y un complemento imprescindible en muchos
otros. Los más consumidos son los de
gallina, seguidos de los de pato, oca y codorniz. Desde tiempos prehistóricos
ha sido para el ser humano una fuente rica en proteínas. Su nombre procede del
latín ovum.
Fritos, duros, en tortilla, revueltos, escalfados, pasados
por agua o formando parte de guisos; he aquí algunas de las variopintas excelencias
de nuestro protagonista. Es una fuente barata y rica de proteínas,
y en casi todas sus preparaciones son muy digestivos; también son ricos en vitaminas (aunque carecen de la vitamina C) y en minerales esenciales. No obstante, hay
alguna polémica sobre su contenido en colesterol,
que es alto, y si eso puede producir hipercolesterolemia en quien lo ingiere. Sin
embargo, la yema del huevo es rica
también en fosfolípidos, en especial fosfatidilcolina
o lecitina,
que por esterificación y sustitución detergerían o limpiarían del peligroso
colesterol malo (LDL).
No es un tema que esté claro ni zanjado, como tantos otros en nutrición. La
consideración tradicional de no tomar más de dos huevos al día ni más de diez a la semana, sigue siendo válida.
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